martes, 18 de octubre de 2016

Estate quieto

Max. Sillón de orejas.
"(...) Lo cierto es que volví a casa con el libro, me tiré en un sillón y empecé a leerlo y seguí y seguí mientras la luz cambiaba y terminé casi a oscuras, al fin de la tarde, alumbrado por el reflejo pálido de la luz de la calle que entraba por los visillos de la ventana. No me había movido, no había querido levantarme para encender la lámpara porque temía quebrar el sortilegio de esa prosa. Primera conclusión: para leer, hay que aprender a estar quieto."
Santa María del Sar (Santiago de Compostela). Canecillo del lector. Siglo XII. Foto F.G. 03.2016.
Tamaño descubrimiento lo cuenta un excelente lector, Ricardo Piglia, en Los diarios de Emilio Renzi.
Por la acelerada incapacidad de los humanos para prestar y mantener la atención sobre cualquier cosa tienen la lectura y el libro, su instrumento primordial, un futuro tan incierto. 
Luis Buñuel. Simón del desierto. 1965.

Pero hay que ser fuertes y permanecer quietos, a pesar de las asechanzas multimedia del mundo. 
Imperturbables. Como de piedra.

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