jueves, 7 de abril de 2016

Justo Rodríguez, de Cameros al Ebro y desde Alfaro a Foncea

Justo Rodríguez. Nestares.




A lo largo de todo un año el fotógrafo Justo Rodríguez acompañó al periodista Pío García en un placentero viaje por los 174 municipios de La Rioja. Con tan benignos nombres cualquier empeño podría contar con el éxito asegurado de antemano, pero aportaron también sus notables cualidades profesionales, que nunca están de más.
Justo Rodríguez. Alesón.


Pío es un periodista brillante, con sentido del humor, perspicaz, de criterio afilado, capaz de arriesgar (en el territorio minado de la opinión publicada local) a la hora de emitir su atinado juicio, y sabe valorar el dato aportado por un informador espontáneo con el mismo interés, por lo menos, que el de un concejal.
Justo es un excelente fotógrafo todoterreno forjado en las urgencias diarias, siempre al pie de la noticia que salta donde menos se la espera, buscándole (y acabando por encontrarle, por fea que sea) el ángulo fotogénico que salve una página.
Justo Rodríguez. Galilea.


Afrontaron su odisea con la actitud del viajero anónimo que, sin anunciar su visita a las autoridades ni contar con las fuerzas vivas del lugar, llega, vive y cuenta lo que ha visto, evitando las fiestas y los agasajos, los fines de semana y las vacaciones. Los resultados, en consecuencia, tienen mucho de fortuito, como suele suceder cuando no se busca nada concreto y lo que se encuentra se da por bueno, porque a menudo la inocencia es premiada con el azar de la serendipia.
Justo Rodríguez. Alberite.


Lo   que se pretendía era una toma del pulso agitado e irregular de una pequeña comunidad muy variada en lo morfológico, en lo económico, en lo cultural y en lo humano, y los textos de Pío García y las fotos de Justo Rodríguez han reflejado acertadamente esa enorme “biodiversidad”, con sus luces y sus sombras, en un retrato de cuerpo entero que, como los buenos retratos, no acaba de gustarle al inmortalizado, que cree tener un perfil mejor (ignoto, obviamente) o una sonrisa más amable cuando no se le ve el colmillo.
Justo Rodríguez. Santurde de Rioja.

El   trabajo de Justo Rodríguez para este macrorreportaje abarca más de 2600 fotos realizadas en latitudes, estaciones y horarios muy variados, y la riqueza de lo que ha captado en los cambios que genera el ritmo de las cosechas es un patrimonio visual inagotable, un privilegio para la vista que él ha sabido documentar magistralmente.
Justo Rodríguez. Anguiano.

Ahí quedan pruebas del envejecimiento acelerado de la población y del despoblamiento de amplias zonas que solo conservan presencia humana los fines de semana y los periodos de vacaciones, gracias al retorno pautado de los hijos del pueblo emigrados hace décadas, a los urbanitas con doble residencia o a los vecinos vascos necesitados de aires saludables u otros horizontes.
Justo Rodríguez. Briones.

Documenta la situación de inestable convivencia entre el patrimonio monumental, la frágil arquitectura popular y los atropellos del progreso, justificado siempre tras la pantalla del confort y la “calidad de vida”. En esas fotos perdurarán para siempre las irreversibles señales del avance del mal gusto, que ha atropellado parajes delicados que merecían más interés y mejor cuidado que el mero aprovechamiento.
Justo Rodríguez. San Millán de Yécora.

Y, salpicando el enorme archivo documental, como invariantes castizos que los riojanos reconocemos como propios pero que están generalizados en cualquier latitud de la España rural, ahí están las ruinas, el ganado sin estabular, los artesanos a pie firme ligados a su obrador esperando al improbable visitante, los perros callejeros, las escuelas unitarias transformadas en hogares de jubilados y centro neurálgico de la declinante comunidad, los fugaces peregrinos, los mastodónticos frontones y polideportivos, la omnipresente iglesia, las concurridas solanas, los invasivos tendidos eléctricos y los indescriptibles ponientes.
Justo Rodríguez. Tormantos.


Con el excelente resultado fotográfico de su viaje de cabo a rabo por La Rioja, Justo Rodríguez ha confirmado su reconocida categoría artística y su rapidez y versatilidad a la hora de acometer un trabajo tan exigente, lleno de peligros tras su aparente “amabilidad”. El libro editado por el diario La Rioja con parte de tan suculento material lleva a pensar en esa selecta estirpe de fotógrafos españoles interesados primordialmente por la magia de lo rural, por las maravillas cotidianas que perviven en el campo a pesar de todo. Nombres como José Manuel Navia, Cristóbal Hara o Paco Ontañón (¿cómo no acordarse de su libro sobre La Rioja, editado por Lunwerg y Cultural Rioja?) entre los que Justo Rodríguez se encuentra tan ricamente y con todo derecho.
Sin duda que el viaje mereció la pena.

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