miércoles, 22 de octubre de 2014

El viaje de las palabras

Subodh Gupta. What does the vessel contain, that the river does not. 2012.
Cuentan las crónicas que "canoa" fue la primera palabra "americana" que Antonio de Nebrija incluyó en su diccionario hispanolatino allá por el 1494. El DRAE todavía recoge su origen taíno, y
la define como "embarcación de remo muy estrecha, ordinariamente de una pieza, sin quilla y sin diferencia de forma entre proa y popa".
Jems Robert Koko Bi. Convoy real. 2010. Pabellón de Costa de Marfil en la Bienal de Venecia de 2013. Foto de F.G.
Estas décadas pasadas se ha incorporado al habla común española, por su reiterada presencia en los medios de comunicación principalmente, la palabra "patera", de origen norteafricano (aunque quizá proviniente del latín pátera, equivalente a plato y a plano), recogida por la Academia como "embarcación pequeña, de fondo plano, sin quilla", que está sirviendo como vehículo de tragedia e incertidumbre para la emigración irregular subsahariana, y que se ha generalizado como esclarecedor calificativo para explicar algunos aspectos de lo marginal y clandestino en asuntos tan diversos como las viviendas, los transportes, las relaciones laborales, etc.
Ron Mueck. Hombre en un bote. 2002.

Después de su viaje desde el hemisferio sur al norte, la palabra ha cruzado el Atlántico, y el artista cubano Armando Mariño la utiliza para nombrar algunas de sus obras, también relacionadas con la precaria movilidad clandestina de su país.
Armando Mariño. La patera (The raft). 2010.


Las palabras sirven a los hombres como ligeros vehículos de expresión y comunicación, traídos y llevados por corrientes y vientos sin regla estable, sujetos al interés y sometidos al dominio.
Solo las salva su utilidad y la precisión con la que nombran fenómenos, sentimientos o situaciones mutables por naturaleza. 
Cuando, siguiendo un rumbo azaroso, cambian de medio,  suelen cambiar de significado, o, al menos, se utilizan con distinta intención. 
Son frágiles, y la caducidad y la transformación forman parte de su esencia.
Federico Fellini. E la nave, va. 1983.
Es difícil limpiar, fijar y dar esplendor en condiciones tan volátiles, pero, aún así, la nave, va.

2 comentarios:

  1. No se me quita la sonrisa del rostro. He ido a pagar esta mañana un recibo a Bankia, y las puertas que servían para velar por la seguridad de los empleados y clientes, pero sobre todo del capital de la empresa, ya sabes, ese maldito y retardado sistema de “llamada-espera- apertura”, encerrados en una especie de cámara de descompresión a base de cristales blindados, se ha quedado en nada: ¡No funcionaban! Esas precauciones han pasado de tecnología punta al vertedero de la tecnología arqueológica; es lo que tiene tener al chorizo dentro ¿Cómo no lo habíamos sospechado? Han debido hacer un sencillo cálculo doméstico –sin Excel-, sobre la insignificancia que supone el robo de una sucursal en comparación con el desfalco perpetrado. Y esto te lo cuento, es obvio, a propósito de las palabras de tu post de hoy, y de la aparente poca enseñanza del idioma y su poliédrico sentido que se hace en las facultades de economía. Un fuerte abrazo. Y sí, a pesar de todo “… la nave, va”.

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    1. A propósito del "caso Bankia", Alex Grijelmo cuenta muy bien en http://elpais.com/elpais/2014/10/31/opinion/1414753558_454418.html que detrás de un cambio en la elección de las palabras que nombran a las cosas hay operaciones que nunca son inocentes o espontáneas.
      Son trucos de trilero, y a menudo acaban en latrocinio.

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