martes, 21 de octubre de 2014

El Aullido de Allen Ginsberg en Madrid

Allen Ginsberg en 1953.

"Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, 
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,
hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con la estrellada dinamo de la maquinaria nocturna, 
que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz,
que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo los puentes y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados
(...)"
Así empieza, en la versión castellana de Rodrigo Olavarría, el poema Howl (Aullido), publicado por Allen Ginsberg en 1956. 
Algunos de los sospechosos habituales de la Beat Generation, en 1956, 
delante de la librería City Lights, de Lawrence Ferlinghetti.
Más allá de sus valores poéticos propios, puede considerarse como uno de los escritos más influyentes de los últimos sesenta años, tanto para la literatura como para las letras de la música popular, por sus contenidos y la forma directa de expresarlos.

Allen Ginsberg lee Howl (Aullido) en el 
Círculo de Bellas Artes, de Madrid, en 1993.

Escuchar su lectura en la voz de Ginsberg, oír esas largas melopeas con poderosas visiones entre lo místico y lo sórdido, ese estilo declamatorio lleno de ritmo y tan musical, nos lleva inmediatamente a las canciones de Bob Dylan (una especie de hermano pequeño al que enseñó mucho, pero del que aprendió bastante) y de buena parte de lo mejor del rock americano.
William Burroughs en 1953.
Es evidente que Ginsberg fue consciente desde el principio de la importancia de su obra (tan nueva formalmente, aunque tan deudora de las peroratas de Walt Whitman y de los desarrollos  musicales del jazz; tan influida por las plegarias budistas y las salmodias judías). Una obra concebida como instrumento de protesta y denuncia, pero con intención perdurable más allá de lo coyuntural.
Jack Kerouac en 1953.


Las fotos de esta entrada son de los años de gestación del poema, y retratan a su entorno creativo y afectivo más próximo (proscritos perseguidos en aquella época, luego convertidos en referencias creativas para la contracultura de medio mundo) en los lugares descritos en los versos, en Nueva York y San Francisco.
Neal Cassady y Natalie Jackson en 1955.
Además de ser un excelente cronista de su turbulenta época, podemos apreciar en estas fotos, hechas con su Kodak Retina, sus valores como documentalista, calígrafo y archivero. Un hombre ordenado y con intención de perdurar, a pesar de la mala fama y las engañosas apariencias. No hay más que ver su página web.

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