lunes, 23 de junio de 2014

Bailar en la cueva


Jorge Drexler. Foto de Thomas Canet.
Para que quede bien claro desde el principio, Jorge Drexler confiesa sus intenciones nada más empezar: la idea es eternamente nueva, y nos seguimos reuniendo para bailar en la cueva, porque la música enseña, sueña, duele y cura.
Mateo Rivano. Bailar en la cueva. 2014.
A partir de esa certera convicción y poniéndolo todo a su servicio, ha vuelto a hacer un disco estupendo -como nos tiene acostumbrados desde hace tantos años- aunque en esta ocasión un disco más “panamericano”, vibrante y gozoso que nunca.
Leo Matiz. Cumbia. Circa 1950.




Jorge Drexler. Bailar en la cueva.
Warner Music Spain. 2014.


Para ello se ha reunido en Bogotá y en Madrid con un buen número de músicos que han aportado sonidos ancestrales (maracas, “tambor alegre”, caja vallenata, tambora, berimbao, guacharacas, gaitas colombianas, bongos, timbales, tamborín, congas, acordeón, marímbula, triángulo,…, un amplio surtido “etnográfico” digno de los mejores reportajes del fotógrafo Leo Matiz) y electrónica de última generación al combo habitual y a la brillante sección de metales convocada para las grandes ocasiones. Además, han sido  invitados un selecto grupo de cantantes de diversa latitud y sensibilidad, como Caetano Veloso y Eduardo Visitante (de Calle 13), y las voces femeninas (¿cómo hacer un disco “americano” sin mujeres cantando? de Li Saumet (de Bomba Estéreo, pero muy en plan Cecilia Barraza), y la rapera Anita Tijoux.
Jorge Drexler en directo.
El disco aprovecha para hacer dos homenajes explícitos a dos ausentes que se habrían encontrado en esta fiesta como pez en el agua: Ben Sidran (que tanto ha aportado al concepto musical de Drexler en los últimos años) y el venezolano Simón Díaz (recuperador de tanta música folclórica en peligro de desaparecer).

Las canciones hablan de asuntos de interés general: de la memoria (la de la especie, la familiar y la propia), del presente (la codicia destructiva, la violación de la intimidad), del amor y de las gracias que hay que dar a la vida (el reflejo del goce efímero, el deslumbramiento ante las cosas que pasan fugaces, los momentos irrepetibles). Hasta es capaz de ponerse en la piel del enemigo y entender (que no compartir) sus anhelos, y de reconocer que las musas a menudo son esquivas y no acuden siempre que se las convoca. Hay hueco hasta para la habitual lección de física recreativa, con mención a la entropía, esferas, órbitas, equidistancias y electrones.
Jorge Drexler. Foto de Thomas Canet.
Se trataba, como habíamos quedado, de dejarse llevar por el ritmo, de bailar, de llegar a  “ser el movimiento”, de recuperar esa pulsión atávica a través de una alegría optimista que nos vuelva a dar ganas de girar –solos o preferiblemente en compañía de otros- alrededor del fuego. Y Jorge Drexler, en su papel de chamán principal, lo ha vuelto a conseguir.
Noche de San Juan.
Bailemos, pues.


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