martes, 29 de abril de 2014

Ute Lemper visita a Pablo Neruda

Ute Lemper. Foto de Paul Masey.


Neruda fue, desde siempre y en muchas latitudes, un poeta que tuvo suerte con los músicos y los cantantes. Muchos, y no solo del ámbito de la lengua española, recurrieron durante décadas a sus poemas o a sus adaptaciones a otros idiomas como materia generadora de sus canciones. Entre mis favoritos de siempre está la obra que Mikis Theodorakis compuso a partir del Canto General -¿cómo no acordarse de Maria Farantouri cantando aquello de la “arcoirisiada crestería” y aquello otro de "Aquí viene el árbol, el árbol de la tormenta, el árbol del pueblo"?
Últimamente parece que no tiene tanto predicamento, y quizá se deba –más que a los cambios de gusto poético y sonoro, o a cuestiones meramente estéticas- a la desmovilización general que padecemos: una especie de estado de confusión mental en el que lo que podríamos llamar (para entendernos) “la izquierda” se olvida o reniega de sus valores propios (sus intereses colectivos) para dedicarse a hacerle el caldo gordo a las burguesías locales, a cultivar "identidades" y a engordar al nacionalismo mendigando un lugar al sol. Una pena.

Pablo Neruda en Isla Negra. Foto de Luis Poirot.
Así que resulta sorprendente y ha de considerarse bienvenido el acercamiento de Ute Lemper a Neruda, acercamiento no sólo poético y musical, sino también explícitamente político, como aclaró reiteradamente.
Ute Lemper cantó las doce canciones que ha musicado a partir de poemas de Los versos del Capitán, Residencia en la tierra y el Poema XX de los de amor, algunos en adaptaciones al inglés o al francés y otros en sus versos originales, y las cantó en un español que algunos han criticado por incomprensible, lo que es mucho decir. Hay, afortunadamente, más de un sonido del español, como los hay del inglés o del alemán, y ese tipo de comentario es, además de injusto, desagradecido, porque no estamos tan sobrados de acercamientos foráneos a nuestro patrimonio común. Sobre todo de acercamientos con el nivel de exigencia y cariño que demuestra Ute Lemper.
Las composiciones musicales reflejan ecos admitidos de los gustos personales de la artista, y ahí aparecen retazos de Astor Piazzolla (quizá los más frecuentes e identificables, por la asimilación de la idea sonora latinoamericana a la sonoridad omnipresente del bandoneón), de Erik Satie, de Leo Ferré, de Jacques Brel, de Kurt Weill o de Joseph Kosma-Jacques Prevert, y su paleta interpretativa recurrió a sus fuentes habituales incrementadas con el color de Ella Fitzgerald, la intención y "técnica" vocal de Tom Waits y el desgarro “blanco” de Janis Joplin. Una mezcla tan sorprendente como eficaz.
Ute Lemper se mostró en un estado de forma magnífico, tanto en lo físico como en lo vocal: una atleta con la agilidad y precisión de movimientos de una velocista de medio fondo, pero con la elegancia de la Hera de Samos.
Korè de Samos. 570 a.C. Museo del Louvre.

Superó las dificultades del idioma y fue dando información precisa para que el público estuviera cómodo y se sintiera atendido. Algo que se echa mucho en falta por estos lares, donde hasta los mejores profesionales divagan (y naufragan a menudo) entre la coba al público y el lugar común.
La puesta en escena resultó impecable -aparentemente sencilla, perfecta en lo relativo al diseño de luces y sonido- y con seis excelentes músicos que crearon los variados ambientes que requería el repertorio. Todo discurrió conforme a lo previsto por quien lo diseñó, porque, evidentemente, ahí había una puesta en escena precisa. Y parte del mérito es que pasara desapercibida.
El público, en un puro embeleso, respondió a cada estímulo valorando el mérito y el esfuerzo, con más generosidad que algunos críticos.
Ute Lemper.

Completó el recital nerudiano con algunas aportaciones del repertorio con el que más se la identifica, procedentes del music-hall y del cabaret y cantadas en alemán y en inglés: ahí aparecieron Marlene Dietrich, el tandem Brecht-Weill y las producciones de Bob Fosse con música de Ralph Burns. De nuevo, magistral
En resumidas cuentas: un lujo que, lamentablemente, no fue entendido así por los que se lo perdieron, desatendiendo la oportunidad de acudir al acontecimiento que llega a la ciudad. 

Hay que estar más atentos, porque la ocasión la pintan calva.

Ute Lemper
Poemas de amor de Pablo Neruda
Teatro Bretón. Logroño
26.04.2014


(Publicado en Rioja2. 03.05.14).

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