lunes, 24 de febrero de 2014

Rocío Márquez: cómo reluce...




Rocío Márquez. Foto de Jean-Louis Duzert. 2013.



Enseguida de pisar el escenario del Salón de Columnas Rocío Márquez dijo sentirse como en casa, y así fue recibida y tratada por el apasionado público, como una vieja amiga que vuelve de visita y en la que nos alegra ver lo bien que crece como persona y como artista.
Los que la conocían iban a escuchar a una reputada especialista en cantes mineros y acabaron degustando un repertorio poco habitual, tan brillante como difícil, nada convencional. Pero el público (mairenero sin saberlo, en buena medida) quedó gratamente sorprendido por la inesperada oferta. Oímos cantes infrecuentes, y en algunos casos “neodescubrimientos”, como el viejo romance, que a los más jóvenes les pudo recordar gratamente (y salvando las distancias) a sus coetáneos rimadores-repentizadores y a las formas más verbosas del hip-hop.

Imágenes de sacerdotisas y bailarinas cretenses. Frescos y escultura. Circa 1500 a.C.

Cantó mucho y bien, con selectas visitas a casi toda la geografía del cante, desde levante a poniente, y con una emocionada incursión en el norte minero de Santa Cruz del Sil: la noche tuvo malagueña y abandolaos, habanera y guajira, caracoles, el memorable romance de Córdoba de Pepe Marchena, tangos morentianos, la petenera, mineras, una seguiriya que fue haciéndose sobre la marcha honda y densa hasta doler, una larga serie de fandangos aprendidos en casa y en las peñas, para acabar con unas maravillosas bulerías, y siempre con generosas menciones de reconocimiento al santoral de su devoción e inspiración: Vallejo, Chacón, Marchena, La Perla, Pastora, Morente...
Rocío Márquez tiene una voz clara, brillante, limpísima, melismática, con una técnica muy depurada aprendida dentro y fuera del flamenco, y cultiva con acierto un virtuosismo que aspira por igual a la expresividad y a conseguir la emoción del oyente. A veces ha dicho que "uno canta como lo que es", lo que convertiría su dedicación al cante en una forma de autoconocimiento pareja a su desarrollo artístico y personal. Bonita tarea.


Pero tan dominante como en la calidad musical estuvo en el preciso control del rito del espectáculo: su presencia escénica resulta deslumbrante por delicada, tan sencilla como estilizada. Todo lo apuesta a una elaborada simplicidad para dirigir el ritual, con una capacidad admirable para comunicar y seducir: la forma de moverse, de mover las manos, los pitos como mínimas chispas, las palmas levísimas, los jipidos con los que recupera el aliento convertidos en sensual recurso expresivo, las casi imperceptibles cantinelas para entonar y afinar -poco más que un signo de complicidad hacia el guitarrista-; el reiterado afán por conseguir poner el corazón del oyente en un puño al alargar el final de los cantes -recreándose en la suerte y en su capacidad- manteniéndose en el filo más allá de lo aconsejable por el simple gusto de gustar...
El público, rendido al encanto y al esfuerzo, la premió de principio a fin con ovaciones unánimes de características taurinas, con olés acompasados, rotundos, unánimes.


Tuvo un excelente compañero en el guitarrista Manuel Herrera, que demostró ser experto en resolver con creativa imaginación transiciones y brillantes cambios de tempo; derrochó oficio estructurando y sosteniendo el romance, y controló a la perfección la pista para los peligrosos aterrizajes de la cantaora después de tan largos vuelos. Estuvo soberbio en el lírico arranque de la petenera, hizo una seguiriya memorable y unas bulerías que Diego del Gastor aprobaría con toda seguridad.


Dejando al margen el concierto de Logroño, (que, en mi opinión, resultó irreprochable), mirando a medio plazo y considerando las asechanzas de la industria y el mercado, veo dos amenazas que espero que Rocío Márquez sepa controlar en favor del desarrollo de su carrera: por una parte, el riesgo de recrearse en la facilidad -aparente- con la que todo le sale (cayendo en un repertorio "de gustar", con cierta tendencia a la "canción" y a la busca del rentable éxito mayoritario); y por otra el riesgo que para su faceta más creativa puede suponer el recurrir demasiado a menudo al “a la manera de”, lo que la podría conducir a un indeseable amaneramiento basado en clichés del pasado. 















Si sabe controlar esos aspectos y se mantiene en la autoexigente senda de las "inmensas minorías" señalada por su paisano JRJ, estará, dentro de muy poco, en las mejores condiciones para ocupar un lugar principal en la historia del cante. Por derecho propio.

Rocío Márquez.
Salón de columnas del Teatro Bretón. Logroño.
Jueves flamencos.
20 de febrero de 2014.






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