miércoles, 8 de enero de 2014

La Antártida



La Antártida, vista desde el cielo.




Josefina Castellví dirigió hasta hace veinte años y durante cinco la estación española en Isla Livingston, en la Antártida. Preguntada recientemente en El País por el recuerdo de sus percepciones sensoriales en aquella añorada época, afirmó:


El Endurance de Ernest Shackleton, bloqueado en el hielo antártico. 1915.

"Para mí, la Antártida tiene sobre todo sonido. Es el sonido del hielo. Al resquebrajarse. No estamos acostumbrados a escucharlo, excepto en los cubitos de la nevera. Pero allí es un estruendo. Se confunde con un trueno. También está el de los pequeños trozos flotantes que entrechocan. Un sonido especial. 


El Endurance, quebrándose paulatinamente tras ser atrapado por el hielo. 1915.

Si navegas en zodiac y paras el motor, como yo solía hacer, lo percibes. Es también el de las burbujas de aire que hay dentro del hielo, pequeños petardeos. En conjunto, una música inolvidable".
Admirable testimonio sobre la curiosidad de una científica que no renuncia a la sensibilidad emotiva.


Fotografía de un iceberg tomada por el equipo de Shackleton poco antes de su expedición a la Antártida. 1914.

Sorprende y alegra que alguien se siga acordando de la Antártida por algo distinto a su valor geoestratégico, sus riquezas minerales y la odisea de Shackleton, que tanta palabrería hueca ha generado entre los jefecillos de "recursos humanos" de cualquier empresilla de chichinabo, pública o privada. 

Sonido de hielo en vaso de interior estriado.
Trevijano de Cameros. Agosto 2013.

Y más en los helados tiempos que corren. Esos sí que nos están dejando bloqueados y tiesos, sin un Shackleton que se preocupe de salvar a toda la tripulación.







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