martes, 12 de noviembre de 2013

Piropos y coscorrones



Xavier Miserachs. Barcelona, Via Laietana. 1962.
Al parecer (como suele decir nuestra amiga Rosa cuando se remonta río arriba contando un sucedido) el término piropo tiene un origen lejano y se refiere a una variedad de granate de color rojo de fuego, como el rubí, que es muy apreciado como piedra fina en joyería.
Ruth Orkin. American girl in Italy. 1952. 
Quizá por la exacerbación bermeja que su escucha provoca en el rostro femenino, se dio en llamar así antaño (como suele decir nuestra amiga Lourdes cuando se refiere a eventos del pasado remoto) a las supuestas "lisonjas y requiebros" que graznan (¿todavía, a estas alturas?) los rijosos varones al paso alegre de las bellas mujeres.
Nacho López. Cuando una mujer guapa parte plaza por Madero. México D.F. 1953.
Los ejemplos fotogénicos que iluminan esta entrada son todos del ámbito latino y de décadas pasadas, pero la mala práctica es universal, presente y pasada, tanto como para llevar a Hobbes a afirmar categóricamente que "el hombre es un hombre para la mujer".
Mario de Biasi. Gli italiani si voltano. 1954.



Cuervos y gaviotas en el castillo 
de Turku (Finlandia). 07.2013.


El piropo, entre los castizos, es considerado una gentileza resultado del ingenio retrechero del que algunos van sobrados, pero sólo es un garrotazo por otros medios, a veces tan eficaz que produce los mismos efectos, físicos y mentales.
Francesc Català-Roca. Piropo. Sevilla, 1959.

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